Te imagino entre Hernández y Neruda.
Aquella vieja cinta en la cadena,
un coletero apresa tu melena
al tiempo que una estrofa te desnuda.
Te imagino. Una lágrima se muda
dibujando tu rostro y una pena
que, sin motivo alguno, te condena
a ver todo con el alma desnuda.
No puedes evitar sentir así.
Con los sentimientos entre los brazos
y con el interior de poesía.
Te imagino, te siento desde aquí.
Desde una ilusión que a secos hachazos
dice qué jamás, Jamás serás mía!
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