Nuestro amor, sin morirse pero en coma,
habita en tu mirada indiferente.
Hace tiempo resuelta e inherente
al látigo que me atiza y me doma.
¿Qué ha ocurrido? Ya siquiera asoma
en tu abrazo la ternura caliente
(Suave caricia, dulce delincuente)
que dejaba como rastro tu aroma.
Si conociese la causa o la cura,
el germen que provocó el desencuentro,
la lucha entre el grito y la compostura...
Dejaría de zurcir mis adentros
con tirabuzones de conjeturas,
con puñaladas de viejos momentos.
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